INTRODUCCION: Lima, Julio de 1992

Los motivos que lo pueden llevar a uno a escribir un libro sobre arquitectura pueden ser múltiples: depresión, megalomanía, aburrimiento, protagonismo, algún complejo, una decepción amorosa, la imposibilidad de diseñar, etc. Felizmente, aunque admito haber pasado por casi todas estas últimas circunstancias, éste no es mi caso. No sería suficiente razón, ni valdría la pena. Creo que existe un excelente motivo y se puede resumir en una frase: la pasión por la profesión. Por lo menos yo lo siento así. Siempre he sentido la imperiosa necesidad de pensar en mi profesión, en los alcances de ésta, en la manera que ésta influye en mi sociedad, en mi manera de pensar, de habitar, de vivir. Y creo que esto no sólo me pasa a mí ya que he tenido la oportunidad de conversar con amigos que comparten esta urgencia; habiendo incluso llegado a coincidir que esto más que un, oficio es un sacerdocio; y como tal es un "todo" integral, que condiciona, que determina, que envuelve y se practica al hablar, al reflexionar, al amar, al respirar. Es decir, más que ejercerse se vive. Por lo tanto desde un inicio me pareció interesante la idea de tratar de cubrir integralmente con este libro el mayor espectro de actividades y sentimientos dentro de los que nos movilizamos, desde lo más banal hasta lo más trascendente. Combinando lo respetuoso de la profesión con lo divertido que tiene. Incluyendo tanto lo serio y cuadriculado que conlleva este ejercicio, tanto como lo desesperado, angustioso y patético que involucra ser arquitecto. Sobre todo en el Perú. Por lo tanto se me ocurrió la idea de hacer un tríptico. Un libro que fuera al mismo tiempo varios, en donde se diera la mano todo esto que he mencionado anteriormente. Un libro que pueda ser leído tanto por arquitectos como por descomprometidos en la materia que intentan entender un poco esta actividad de "aprendiz de brujo". De tal manera, como dije antes, dividí el libro en tres partes: Precisiones, Reflexiones y Ficciones. Para mí las tres variables con las que un arquitecto convive día con día. La primera parte "Precisiones: Hacia una Nueva Arquitectura Peruana" recoge ciertas certezas que desde hace varios años me he ido formando con respecto a la arquitectura peruana contemporánea. La segunda parte "Reflexiones: Cambiemos de Tema" es testimonio de una larga actividad desempeñada como crítico de Arquitectura del Diario "El Comercio" de Lima, y que me ayudó muchísimo para entender la arquitectura más inmediata, la de mi entorno, tanto como para entenderme a mí mismo. La tercera y última parte: "Ficciones: Como ser arquitecto y no morir en el intento" retoma una vieja pasión mía: la de la narrativa a través del cuento. Así de una manera divertida y lúdica -por intermedio de la anécdota- trato de explicar un poco como la vida de un arquitecto no termina cuando sale de su oficina o deja el lápiz, sino que, por el contrario, su sensibilidad se prolonga y se proyecta hacia los temas más cotidianos, como el amor, la amistad, la tristeza, la melancolía, etc. Es un modesto tributo, así mismo, a un genial y por mí muy querido fabulador peruano, como fue el Arquitecto Héctor Velarde, del cual trato de recoger su estilo fresco, bonachón y ciertamente encantador. No sé si lo habré logrado, pero ahí está hecho el intento. Finalmente, como se ve, el libro termina siendo lo que señale al principio (y así me gustaría que se viera): como un apasionamiento. Como un derroche de cariño, como un sentimiento canalizado por medio de un recurso: la literatura. Espero entonces que cualquier exceso o deficiencia sea apreciado desde esta perspectiva.
A.Q.d'A.
Lima, Julio de 1992

DISEÑO, SER Y ARQUITECTURA
Creo que toda persona familiarizada con el diseño (sea gráfico, industrial, arquitectónico, o de modas) habrá sentido en algún momento la gran inquietud de averiguar acerca de los factores o condicionantes que le dan ese carácter tan específico con el que todas sus obras quedan siempre bañadas. Es decir que todos los diseñadores nos hemos dado siempre con la sorpresa de comprobar que existen ciertos factores comunes, variables y características particulares que como constantes aparecen siempre presentes dentro de los objetos que producimos.
Pero más que esto. Inclusive, muchas otras veces, nos hemos dado con la sorpresa, aún más grande, de comprobar que esta constante (que es más una esencia que una característica material) es compartida por otras personas dentro de nuestra misma profesión -con las cuales puede o no existir cierta semejanza- o si no, dándose el caso, esta constante puede también aparecer en las obras de personas que no comparten nuestra misma ocupación. Así puede darse cierta arquitectura que corresponda a cierta música, o cierto tipo de pintura que corresponda de alguna manera a algún tipo de literatura.
Pues bien, voy a tratar (desde un punto de vista arquitectónico) de definir cuáles son dichos factores, es decir los factores que condicionan y permiten que cualquier objeto producido por el hombre tenga tales o cuales características.
Para comenzar habría que partir de la premisa que nuestro "ser" condiciona nuestro "hacer". Es decir que hacemos lo que en esencia somos, sólo y nada más que eso. Por lo tanto nuestros productos son un fiel reflejo de lo que vivimos, experimentamos y aprendemos.
Esto como premisa de inicio, fácilmente comprobable. Por ejemplo una persona tímida producirá un objeto introspectivo o con ciertos rasgos de sublimación, en el mejor de los casos. De cualquier manera este objeto dirá mucho de la personalidad (taras, complejos, expectativas, etc.) de quien lo produce.
Esto como decía, como punto de partida y como fenómeno personal, individual. Si entramos al terreno colectivo (que vendría a ser el global y el que, de alguna manera, condiciona el total) podríamos mencionar como primer factor determinante el "Espíritu de la época".
Ahora bien ¿Qué es el espíritu de la época? Un primer intento de definición podría ser que es el ambiente o la atmósfera que domina una época y el cual es asimilado como propio por la generación que lo vive. Es decir que viene a ser el factor común (de expectativas, deseos, avances, descubrimientos, etc.) que se da en un determinado momento de la historia y que es compartido por diferentes sociedades o grupos. Dicho "espíritu" muchas veces -y así sucede- puede o no corresponder a la realidad cultural de una sociedad (como sucedió con el movimiento moderno en América Latina) pero como representa una "vanguardia" se convierte en un bien apetecible y utilizable como patrimonio universal. Este factor sería de alguna manera el que condiciona la morfología o la forma cómo los objetos se evalúan en su momento, o sea que tiene mucho que ver con el enfoque estético con el que se conceptualizan los objetos.
El segundo factor -y que a mi parecer es el más importante- vendría a ser el "Espíritu del lugar". Este factor es más complejo y tendré que valerme de ciertas citas para poder darle su real mesura. El espíritu del lugar podría definirse como la esencia que emana de cualquier lugar, y que condiciona el "ser". Es decir, que es el contexto físico, emotivo, sensorial, social, económico e inclusive político dentro del cual nos desenvolvemos, habitamos y participamos físicamente. Ya lo dice Goethe: "es evidente que el ojo es educado por las cosas que ve desde la niñez en adelante". O sea que nuestro experimentar cosas en un medio nos sella, nos hace parte de dicho lugar, y condiciona nuestro interior. Así lo dice también Henry Miller cuando afirma que "Nací en Nueva Inglaterra y ése es mi lugar. No puedes volverte europeo de la noche él la mañana. Tienes algo en la sangre que te hace ser diferente. Es el clima... y todo". Así es. Y ese ser diferente es lo que nos da el carácter propio o personal, lo que nos da nuestro propio valor, lo que nos diferencia o nos hace semejantes.
De todo esto se desprende que cualquier diseño nos pertenece en la medida que establecemos un equilibrio perfecto entre el espíritu del lugar y nuestra realidad histórica (es decir que el espíritu de la época puede quedar subordinado al espíritu del lugar). Lo que sí puede quedar claro es que los objetos producidos -en diferentes ramas de la cultura o el arte- pueden compartir cierta esencia, y ésta puede ser definida Y aclarada; lo que permite afirmar que sí se puede desprender el "ser" del objeto, así también se puede construir un nuevo objeto con ese mismo "ser" para de esta manera lograr cierta correspondencia dentro de cualquier sociedad.
Diario "El Comercio" Noviembre de 1989


LA ARQUITECTURA COMO FIGURA POETICA
Es un hecho indudable que, en arquitectura, las ideas y las formas van casi siempre de la mano. Las ideas involucran formas y viceversa.
A través de la historia las ideologías y los procesos de transición hacia esas ideologías han acarreado cambios en la materialización de los objetos. Y esto se debe principalmente a que la arquitectura (como respuesta física a las necesidades del hombre) es un hecho connotante y como tal evoca costumbres, mitos, idiosincrasias e inclusive, actitudes políticas.
Pero no sólo esto. La arquitectura va mucho más allá de cualquier significación parcial o radical, y se sitúa como un eminente sistema figurativo capaz de evocar, transmitir o apelar a nuestra memoria personal o colectiva.
Así como un poema es capaz de recrearnos situaciones o figuras que escapan a la misma construcción sintáctica, así también la arquitectura -por medio de sus propios recursos estructurales- es capaz de evocamos cosas que trascienden ampliamente su ser físico, propiamente dicho, y que se convierten en mensajes o señales patentes.
y esto, precisamente esto, es lo que convierte a la arquitectura en un producto artístico, ya que por medio de su presencia nos comunica una información sensible, que opera sobre nuestra memoria cultural, intelectual o, sencillamente, emotiva. Pero se manifiesta de todos modos ya que dentro de su discurso lírico nos está, de alguna manera, ofreciendo información sobre su ser, y sobre sus relaciones con el lugar y con la época en que se desenvuelve.
Así vemos cómo la arquitectura termina presentándose ante nosotros como un enorme discurso semántico por el cual sus elementos (primordialmente el ESPACIO aunque no sola-mente él) nos transmite intenciones metafóricas, como las que nos transmiten la literatura, la pintura o inclusive la música.
la arquitectura se vale entonces de la ubicación (espacio) de los objetos propios del ser arquitectónico (como son las columnas, las vigas, la luz, los planos, etc.) para relatamos (tiempo) figuras, tanto reales como irreal es.
De tal modo, por ejemplo, una habitación ancha nos puede comunicar libertad, monumentalidad o magnificencia. Un espacio oscuro nos evocará tristeza, melancolía o depresión. Un espacio parcialmente iluminado lo podríamos asociar con cierta armonía, paz o sosiego.
Pero la metáfora (o la capacidad metafísica de la arquitectura) no sólo puede darse en el todo (en un espacio, en un volumen, en una fachada, etc.) sino que también puede ejercerse según la ubicación o el sentido que las sub-entidades semiológicas desempeñan dentro de la organización del conjunto. Así vemos cómo una columna excéntrica dentro de un gran espacio nos puede indicar un hito o punto de unión; un plano curvo muy alargado podría ser la representación del infinito, o una escalera muy angosta y empinada podría relacionarse con algún sentido de penitencia.
Todo depende, como mencionamos antes, de la posición que dichos elementos tomen dentro del todo, ya que no es lo mismo –definitivamente- arriba que abajo, ni delante que detrás, así como tampoco no es lo mismo salir que entrar. Pero existe además aquí un factor que condiciona todas estas reglas de juego
(reglas físicas y poéticas al mismo tiempo) y es que están regidas por el universo cultural dentro del que son concebidas, es decir, condicionadas por los valores implícitos de la sociedad que los produce o interpreta.
Así podemos comprobar cómo no es lo mismo, por ejemplo, el sentido del culto a Dios en las iglesias católicas que en las tribus polinésicas, ya que mientras las primeras suelen rendir el culto en un gran espacio interior, las segundas lo ejecutan al aire libre. De la misma manera no es posible obrar con los mismos códigos en sociedades tan distintas como la occidental y la oriental, donde las costumbres, las tradiciones y la idiosincrasia es tan opuesta.
De lo cual podemos deducir que la poética de la arquitectura (y de cualquier manifestación artística en general) funcionará en la medida que la sociedad que la sustenta sea capaz de materializar sus ritos coherentes y responsablemente.
De cualquier modo creo que es oportuno y se va haciendo impostergable el reconocer la virtud poética, asociativa y figurativa de la arquitectura, ya que -en base a esta premisa¬ podrá reflexionarse más acerca de las virtudes que ésta debe poseer para poder convertirse en un ente capaz de comunicarnos información, sensaciones, pero sobre todo que refleje la satisfacción de nuestras expectativas poéticas.
Diario "El Comercio", Octubre de 1989


EN LA BUSQUEDA DE AMERICA
Hace tiempo ya que los críticos y arquitectos latinoamericanos andamos en la búsqueda de una América identificada consigo misma, con sus propios valores, mitos y realidades. Puede que dentro de esta búsqueda nos hayamos encontrado con sorpresas, traumas y miedos, e inclusive con viejas taras. Pero no nos ha importado, porque lo realmente valioso para nosotros ha sido buscar, no encontrar.
Lo importante ha sido cuestionarnos sin prejuicios, aceptando nuestra realidad como una suma de variables heterogéneas y disímiles, encontradas y contradictorias, pero precisamente por esto de una riqueza inexplotada.
Y dentro de este esfuerzo ha habido no sólo aportes arquitectónicos importantes y de trascendencia, sino también nuevas formas de intelectualizar y teorizar estas mismas contradicciones. Así, dentro de un todo confuso y convulsionado, lentamente hemos ido desenterrando valores propios sacándolos a la luz para construir nuevos discursos y nuevas polémicas.
Pero todo esto ha sido realizado sin la necesidad de satanizar diversas manifestaciones aparecidas a lo largo de nuestra historia como grupo heterogéneo y múltiple. Todo esto se ha fabricado dentro de una actitud serena y sosegada de asumir nuestro ser, y demostrar -tanto como demostramos- que podemos patentar una dialéctica propia que incluya cualquier tipo de producto.
Para esto hemos recorrido largo camino.
Hemos, a punta de golpe y golpe, perdido la ingenuidad de creernos provincianistas, o parte únicamente de un folclor ya en desuso. Hemos asimilado lo bueno y lo malo, y lo hemos procesado con la valentía y la convicción de que ni somos Europa, pero tampoco algún archipiélago virgen perdido en un océano sur.
y clara prueba de todo esto es el trabajo reconocido de arquitectos como Rogelio Salmona, Togo Díaz, Christian Boza, Carlos Morales, Eladio Dieste, Juvenal Baracco o Emilio Soyer. Todos arquitectos comprometidos tanto con su pasado como con el momento histórico que les ha tocado vivir.
Pero ninguno de ellos ha logrado llegar donde está por prejuicios hacia lo foráneo o hacia lo malamente venido. No. Lo han hecho Con una visión "crítica" y adulta de la arquitectura. Comprendiendo que todo es bueno en la medida que es pertinente en su concreción final.
Pertinente es una choza frente al mar, tanto como una mansión frente a Casuarinas. Pertinente es tanto la remodelación y restauración de la Iglesia de San Francisco como el Banco de Crédito de La Molina. Ambos se mueven dentro de un espectro claro: la aportación dentro de distintos temas, dentro de diferentes conceptos.
Buscar América -no encontrarla- no es más que un juego, el juego de participar, invitar a la participación y apostar a que todos lo podemos hacer bien.
Nuestro país -y en general nuestro continente- ya está harto de camarillas que definen lo que puede ser y no debe ser en base a un discurso político, social o económico.
La realidad arquitectónica nada tiene que ver con los discursos que la acompañan. La arquitectura de trascender cualquier censura es buena, bien realizada y posee realidad
Porque, si por ética fuera, Versalles no debió ser hecha cuando el pueblo francés moría de hambre en las calles. Ni tampoco la India imperialista de Lutyens, ni mucho menos otras instituciones fascistas.
Pero, ahí están, Y todo eso no les quita ni un ápice de valor a las obras.
Y es que la arquitectura merece ser despolitizada, pesprejuiciada, sin deberle cuotas de honor a nada ni a nadie. Sólo a sí misma. Así en este caso la arquitectura latinoamericana tiene una deuda consigo misma: la de serguirse enriqueciendo, aportando, evaluando lo foráneo y asimilándolo con cautela y buen humor. De esta manera aprenderemos más que censurando, más que satanizando.
De esta manera seguiremos en una buena búsqueda de nuestra América.
Diario "El Comercio", Agosto de 1991


EL CONCEPTO DE "LUGAR" DENTRO DE LA ARQUITECTURA
Vivimos el lugar, sentimos el lugar, nuestra existencia depende y se subordina a las características del lugar.
El hombre y sus costumbres no son más que la respuesta directa de su medio, a su entorno físico que le dicta normas rígidas y definidas.
Es muy diferente un territorio arbolado que un territorio llano y extenso. Los árboles cobijan, protegen, no necesito de más, sólo de una hamaca para soñar, para sentir que algo de la luz que se filtra por entre las ramas es propia.
En el desierto, por el contrario, siento la necesidad de definir "mi espacio", mi "sitio". Es por eso que clavo cuatro postes y tiendo una lona sobre ellos. Me siento bien. He creado "lugar".
Pero el lugar no es sólo sus características morfológicas.
Así frente al mar, en un acantilado, en la ribera de un río, siento la urgente necesidad de crear una atalaya, una torre para ampliar y hacer infinito mi horizonte. El infinito se con-vierte así en parte de mi territorio. Yo domino lo que veo, y lo que siento. Todo.
De igual modo el clima y sus variantes me obligan a considerar mi lugar.
En los climas templados, como en el de mi región, los espacios exteriores son vividos a plenitud, puedo vivir en mi terraza o en mi patio, que aunque no mire al exterior se apropia del cielo.
Puedo abrir, aquí en mi país, aquí en mi región, un agujero en el techo y dejar que la penumbra que es una tradición en Latinoamérica, salga siempre victoriosa ante la luz, que muchas veces no crea la atmósfera necesaria para reposar, para pensar, sino que alborota y acelera.
La luz
Eso es. La luz debe dominarse para que el "lugar" no se vea violado.
Si es una terraza que haya luz, si es un patio que haya luz. Pero si es un oratorio, un dormitorio, un estudio, no quiero más luz que la suficiente para que no tenga que acordarme de que existe.
Como la de las largas y bellas velas que alguna vez vi en esa hermosa iglesia colonial.
Como la de ese atardecer muy oscuro en la playa, y que ninguna fotografía que haya visto alguna vez es capaz de describirlo.
Como la luz que imagino emana de los ojos de Dios.
El lugar es también el olor.
El olor de ese gran árbol del parque o del jardín de la casa de mis padres.
El olor de la madera vieja y enmohecida de ese mueble.
Ese mueble.
El olor de la tierra húmeda, que es el mejor olor.
Pero el lugar, "mi" lugar, es más.
Aquí en mi patria el lugar es la síntesis de todos los lugares que hemos visitado.
Es la pobreza, sí, pero es también la belleza descubierta en la vuelta de aquella esquina in-explorada, es decir en cualquier esquina latinoamericana
Para mí, dicha belleza se descubre sólo de una manera: apropiándose de ella hasta que ésta suelte y deje emanar su espíritu. El “espíritu del lugar”. Habitar un lugar, nuestro lugar, es una manera de hacer poesía.
Diario "El Comercio", Setiembre de 1991


DECALOGO DEL ARQUITECTO LATINOAMERICANO COMPROMETIDO
En una época como la actual, en la que el discurso sobre la "identidad latinoamericana" está en boga, he aquí algunos consejos para mantenerse al día.
1 ro. Evitar ir contra la corriente, trate de unirse a la "Gran Cruzada Latinoamericana", y siéntase bien. En caso de sentirse bien no se preocupe: ya se le pasará.
2do. Demuestre ignorancia y un profundo desconocimiento de este fenómeno (lo cual no es muy difícil). Estos factores más una elocuente impotencia, sépalo bien, son características imprescindibles de nuestra condición latinoamericana.
3ro. Investigue algún tema esotérico, tales como "el plano dentro de la sensibilidad onírica del poblador marginal" o "los factores que permiten el diálogo entre el paisaje regional y la gravedad de la masa". Recuerde que mientras más usted parezca saber, más atención le prestarán. Si puede conviértalo en tesis.
4to. Demuestre un desprecio visceral y específico hacia cualquier texto frívolo o insustancial, llámese un Jancks, un Portoghesi u otros que no mencionen siquiera a algún solo país Latinoamericano.
5to. Amarás a Barragán sobre todas las cosas y a Salmona como a ti mismo.
6to. Foméntese el consumo de objetos folclóricos o de cierto humor latinoamericano (si son precolombinos mejor). Porte un buen poncho, aprenda marinera, estudie quechua, vaya a gallos y no deje de ir a alguna procesión. Recuerde que el espíritu no sólo se alimenta de ideas o factores etéreos, sino que también se nutre mediante las manifestaciones más sensibles o cotidianas (como un buen cebiche por ejemplo).
7mo. Diseñe con caña, barro, ladrillo expuesto, etc., como si no supiera hacerla de otra manera. En caso de que no pueda hacerlo -por el contratista, el cliente, su mujer u otros factores- recuerde que su prestigio está en juego.
8vo. Interésese por las reuniones o conferencias sobre arquitectura latinoamericana que puedan presentarse. Vaya. Vaya y pregunte cualquier cosa, lo importante es que lo vean, que usted parezca interesado, aunque al final usted salga tan perdido como cuando entró.
9no. Cuestione y viva cuestionándose. Indague sobre su apellido, sobre su árbol genealógico. Vea su libreta electoral -o su cartón de arquitecto- y psicoanalícese. ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Qué tipo de arquitectura debo hacer yo? Pero, no lo olvide: no llegue a ninguna conclusión. Lo importante es preguntarse, no responderse.
10mo. Conozca su país primero. Aprenda a descubrir tras esa esquina de su calle algo rescatable, algo hermoso y poético que lo ayude a imaginar la atmósfera que debe poblar un espacio latinoamericano. Aprenda y respire hondo. El secreto está en sentir y no tanto en decidir.
Diario "El Comercio", Agosto de 1990

SOLO UN POCO DE VENGANZA
Dentro de la posición de un crítico es muy difícil, por no decir imposible, lograr imaginarse que con una reflexión intersemanal uno pueda cambiar el mundo a su alrededor. Y sobre todo cuando se piensa, con menos soberbia, que es perfectamente imposible ya, cambiar el medio donde uno vive. Así que he decidido, a manera de catarsis post año nuevo, ejercer mi rol de ser humano y contarles algunos pequeños delirios que vengo guardando desde hace mucho y que no los había narrado antes por (¿quién sabe?) pudor, timidez o estupidez. Acaso en el orden jerárquico contrario.
Me molesta la mala arquitectura, la mal hecha, la no pensada, la improvisada. La que trata de obtener una gran plusvalía sobre el confort del cliente y del mismo arquitecto.
Me molestan los arquitectos que no toman su profesión con pasión, con seriedad y dedicación.
Me molestan los grandes edificios que destruyen una zona que solía ser mía (y de todos) porque era bella, y porque esa belleza formaba la parte de un recuerdo.
Me molestan los pésimos edificios que han sepultado algunas bellas casonas y que ahora se alzan soberbios, como vencedores de una batalla que jamás existió. Ilusos, jamás se les recordará, ni a ellos ni a sus autores.
Me molestan -muchísimo- los edificios que se han construido y que se siguen construyendo frente al Golf, que a diferencia de otras capitales del mundo, no han aportado nada, absolutamente nada ni al discurso ni a la imagen arquitectónica.
Me molestan las autoridades que permiten todas estas irresponsabilidades y otras más. Como la destrucción de parques, de zonas monumentales o de las mismas edificaciones antiguas.
Me molestan los alcaldes megalómanos, como los dejados, los tímidos como los progresistas radicales que creen que el distrito es prácticamente de su propiedad.
Me molestan tanto los arquitectos que jamás le hacen caso a las inquietudes de su cliente, como los que le hacen caso hasta subordinarse a la opinión de un ignorante.
Me molestan los arquitectos que dan siempre su opinión sobre todo tema, aunque lo único y lo último que hayan leído sea una revista de arquitectura de 1966.
Me molestan las fiestas hasta muy tarde, las celebraciones chauvinistas, la gente con feos modales al comer, los que hacen tabla, los que escuchan reggae, los fascistas, los que cuentan chistes y bailan salsa.
Me molestan los que no dan las gracias, los clientes que pagan tarde, mal y nunca.
Me molestan las chicas engreídas, las que no miran a la cara cuando conversas con ellas, las mono temáticas, las atemáticas, las lloronas, las sangronas, las que creen que el machismo debe ser únicamente ejercido por ellas.
Me molesta la música alta, los domingos por la tarde, los tragos de frutas, las conversaciones bizantinas.
Me molesta los funcionarios que se esmeran en poner traba a los buenos proyectos de arquitectura, los que se fijan en las dimensiones del baño para rebotar un proyecto.
Me molestan los promotores y sus anacrónicas ideas sobre lo que la arquitectura debe ser. Me molestan las tejas, las casitas adornadas por los señores de "buen gusto", el enchape caravista, el vidrio oscuro, los voladitos en las fachadas, y los arquitectos que permiten todo esto.
Me molestan las personas que consideran a la buena arquitectura un bien de último nivel, un hecho superficial, una consideración de orden banal.
Me molestan los burgueses sin sensibilidad que miran a los arquitectos como estúpidos-inofensivos. Son funcionarios de clase alta cuya divisa es, evidentemente, el dólar ganado a costa de una excelente transacción financiera. Pobres, la lobotomía a que les hicieron los exculpa de esto y otras cosas.
Finalmente me molesta los que opinan igual que yo pero que jamás lo dirán en aras de mantener una posición madura y equilibrada con respecto a la vida, si esto es posible.
Por supuesto nada personal.
Diario "El Comercio", Enero de 1992

APOLOGETICO EN FAVOR DE LA ARQUITECTURA
Por lo que recuerdo, La Crisis (la eterna económica o la históricamente pendular de valores) ha sido siempre parte importante de mi vida y la de mi generación. No recuerdo prácticamente ninguna época en que no haya oído hablar de crisis. Crecí con ella, aprendí a adolecer con ella y aún la conservo omnipresente en toda actividad que realizo. Pero lo más preocupante -lo cual me aterroriza algunas mañanas muy frías en la que el despertar es rudo- es que creo haber desarrollado, muy dentro de mí, una cierta "conciencia de crisis", la cual consiste básicamente en una actitud o humor el cual me obliga a pensar derrotistamente en frustrar o castrar ciertas ideas o proyectos que tengo en mente, sólo por pensar en que está demás intentado ya que "estoy" en crisis.
y he aquí a donde quiero llegar: esta chispa de ingenuidad que, en gente como yo, suele presentarse esporádicamente, parece ser un mal que ha infectado total e indiscriminadamente a actividades tan importantes como la arquitectura.
Así es. No se investiga más, porque ¿para qué? si va a quedar archivado y a nadie le va a servir. No se diseña a conciencia porque "no hace falta", total no se va a construir. No se construye al detalle y con fineza y cariño porque da lo mismo un buen acabado que uno malo, total nadie se va a dar cuenta, y -lo que es peor- si alguien se da cuenta no se va a quejar.
Es increíble pero así somos. La "conciencia de crisis" nos está acabando. Está empujándonos a no esforzamos, lanzándonos a creer que es lo mismo crisis que mediocridad. Y esto no se puede ni se debe permitir. El trabajo puede -y debe- ser hecho por profesionales de primera, con pasión, con cultura y con dedicación, no por holgazanes o pseudo-constructores que prostituyen la imagen, las ideas y la arquitectura misma.
Es por esto que quisiera dejar, hoy domingo, algunos y frescos pensamientos que he ido recogiendo y acumulando gracias al intercambio de ideas con gente interesada en reflotar y elevar el nivel y la calidad de la arquitectura.
Me disculpo de antemano si alguien quiere acusarme de ir soltando verdades de Perogrullo por ahí, pero es que soy de los convencidos que de vez en cuando es bueno hacer recordar las tablas de multiplicar.
- La arquitectura es la sublimación de la construcción. No todo lo que se construye y habita es arquitectura.
- La arquitectura no es una técnica ni una ciencia exacta en la que la sumatoria de funciones dé origen a su fórmula. Las fórmulas no existen, sólo existe la sensibilidad, el buen gusto y las ganas de realizar un buen trabajo a conciencia.
- La preocupación de un pueblo por su arquitectura es directamente proporcional a la calidad de sus proyectistas.
- No todo el que diseña es arquitecto. Para ser arquitecto es necesario un conocimiento básico de su realidad, de su historia, y una cultura capaz de defender eruditamente su propia labor.
-Es falso que un buen diseño es caro. Lo que sucede es que un buen diseñador es caro. Sólo mediocridad es barata.
-La peor arquitectura es aquella en la que todas las condiciones primaron antes que la estética. Recuerden: la mujer del César no sólo tiene que ser buena sino que también tiene que parecerlo.
-Nadie debería confiar en un arquitecto mayor de cuarenta que desconfía de todos los menores de cuarenta. (Esto que quede entre nosotros).
Diario "El Comercio", Agosto de 1990

TIPOLOGIA DE ARQUITECTOS
A través de la historia y seguramente debido a la coyuntura que primó, en cada período histórico se han dado diversos tipos de personalidades dentro de los arquitectos. Todas absolutamente regidas por la conducta particular y específica que su hábitat inmediato ha generado.
Así como refiere Woody Allen “nadie puede escaparse de ser lo que tomó de desayuno”, así tampoco nadie puede evitar ser lo que es, de producir lo que es y como se proyecta.
Y si esto no queda tan claro me gustaría que lo constaten en la siguiente tabla y que reconozcan alguno de estos maravillosos seres que pueblan nuestro universo arquitectónico:
EL ARQUITECTO ERUDITO: La más común clase de arquitecto. Habla mucho, dice poco. Siempre tiene una opinión sobre todo, absolutamente todo. Jamás discute: sólo pontifica. Habla consigo mismo siempre, y a veces discute. No lo aguanta más que su mujer y esto sólo porque no lo entiende. Habita normalmente todo tipo de exposiciones, “vernissages” y otros, aunque no lo hayan invitado. Dicho sea de paso, siendo como es, jamás lo invitan.
EL ARQUITECTO SNOB: Se gasta una cantidad de dinero ilimitada en suscripciones a revistas y en libros, los cuales sólo los utiliza como decoración en su oficina porque siempre los ojea y jamás los consulta, salvo que exista algo bueno para copiar. Se le puede encontrar paseando de algunos edificios posmodernos diciendo palabras como: "parece un tardo-moderno ... " o "recrea la sensibilidad de las vanguardias….” etc.
EL ARQUITECTO PARASITO: El que no se preocupa ni siquiera en informarse o tener revistas, pero sí en pedirlas prestadas, nunca las devuelve, y copia mal, o sea copia de lo que los otros copiaron.
EL ARQUITECTO BUROCRAT A: Se sienta en su oficina, lee el periódico, atiende un par de llamadas y alucina pensando que es Frank Lloyd Wrigth, pero administrativamente. Le encanta criticar pero sólo si se trata de cosas que perturban el reglamento nacional de construcciones, porque de ahí el zambo no pasa.
EL ARQUITECTO HIPPIE: Especie en vías de extinción que pulula por diversos organismos y oficinas en las que aún conservan metodologías y modelos románticos tipo Mayo del 68. Se le puede reconocer por su excelente combinación al vestir (fresa y marrón por ejemplo) y por su caminar trasnochado.
EL ARQUITECTO CONVERTIDO: Tipo de arquitecto muy de moda. Es aquel que en su momento hubiera puesto una bomba atómica en los centros históricos para poner un par de ''Villas Radiantes" corbusianas, pero que ahora entra en depresión patológica si algún balcón colonial se raja.

Diario "El Comercio", Febrero de 1992

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